El octavo pasajero
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Alien, es un film inquietante, exhibido con gran éxito hace algunos años. Una nave espacial y su tripulación traen a la Tierra una criatura horrenda que amenaza terminar con los terrestres. Lo llamaron el octavo pasajero; esta es una historia de ciencia-ficción, que recoge cierta inquietud, amorfa e indefinida, que anda dando vueltas por el aire;
Nosotros afirmamos que hay allí un tipo de metáfora enlazada con algo muy real. En el núcleo de nuestra civilización subyace desde hace tiempo un ente similar al de la película que crecen y crece inexorablemente. A esa monstruosa criatura le pueden dar el nombre que ustedes quieran. Sólo sabemos de ella que en algún momento de la Historia cercana, tuvo un sentido de acicate para el desarrollo del hombre y la usamos en calidad de aliada durante un período, pero ése no era su fin. Su objetivo es otro, independiente del nuestro. Ella o él se desarrolla en el seno de la sociedad como si se tratara de una tenia que medra en el interior del intestino humano.
El peligro mortal de su éxito reside en que la velocidad de su crecimiento es muy superior a la del huésped en el que se aloja, por lo cual indefectiblemente terminará destruyéndolo.
ya que somos producto de la racionalidad acumulada lo opuesto al reaccionario regreso de la alienación. En este aspecto también hay una concordancia absoluta con la mentalidad vigente en el núcleo ideológico central del capitalismo. Él ya se considera en sí mismo, la perfección alcanzada. Y la perfección, se supone, no debe modificarse so pena de ser destruida.
Dice Rafael Alberti en un famoso poema: “Se equivocó la paloma, creyó que el mar era el cielo” y cierto es que en el caso del humano, hay error de perspectiva; hay mala fe a priori. Pero por el perverso mecanismo de aquella conciencia dominante, infectada de albur, juramos que nosotros en particular, resultaremos excluidos de cualquier desgracia.¡Craso error! Del azar sólo resultan más esquirlas de azar. La ley de las probabilidades juega en contra nuestra, multiplicando exponencialmente los riesgos que corre la especie en el futuro inmediato. No es que no alcancemos a comprender lo que está pasando. La intuición, ya que la razón está inutilizada, de alguna manera advierte continuamente acerca de la amenaza, aunque en vano, ya que a nadie le interesa bucear en las alteraciones ocurridas en el mecanismo del pensamiento. El conjunto nos hace semejantes a un triste espectáculo de beodos tambaleándonos al borde del acantilado; así lo ejemplifica Samuel Beckett en Esperando a Godot y El final de partida. Al que venga a señalarnos el peligro en que nos encontramos, en vez de prestarle atención
Hubo y hay responsables por la marcha de nuestro destino que también son los responsables del naufragio actual. Aunque su papel es dialéctico, ellos pusieron en marcha una maquinaria y fueron funcionales a la misma, pero desde hace tiempo han perdido su control. Es el momento de hacer un balance a fondo. Existe un sistema económico y político que nos trajo hasta acá de buen grado o a la rastra; por lo tanto, este aparte de engañarse y mentir en lo teórico, resulta impracticable para la sobrevivencia y no hay más remedio que deshacerse de su nefasta tutoría si pretendemos sobrevivir. Nuestra globalidad, sin remedio, incuba destrucción. Y no es con simples analgésicos que se cura este cáncer terminal y atroz. Ha llegado la hora de la cirugía mayor a que obliga la cordura o de lo contrario habrá que adoptar el camino rastrero de la resignación y llamar a alguno de los curanderos, que tanto abundan, para administrarle al globo terráqueo los santos óleos de la “buena muerte”.
19 de enero de 2009
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