3 de marzo de 2011

El bienamado
Dicen que hay un destino irrevocable;
los eruditos con voz grave,
insisten en que “está escrito”,
y que hay una clara línea
marcada en las arrugas de palma de la mano.
Los astros en escrupuloso orden
manipulan nuestras vidas.
¡Afirmo que es mentira! allí no hay nada
El engaño, es ese,
nos venden una soga cortada
que flota a la deriva en el embarcadero,
junto al cual, uno se hipnotiza
trazando surcos en la arenisca

Por fortuna mantenemos la memoria
y por desdicha, también el olvido.
Ese óxido terrible que infecta lo que toca,
El Dante habló del más horrendo sitio
donde el pisar no deja huella alguna..
No ha de ser tu caso
en tanto yo viva.
Tu deslumbrante sonrisa
continuará incendiando el amanecer
con una corbata incandescente..
El período

Hace décadas que está de moda Heráclito
y el tiempo que se escurre
como el sudor caído sobre un turgente corpiño de mujer,
pero no nos hablan de la rara forma en que antes
ayudamos a construir tal artilugio.
Lejos de nosotros
existe un punto en que lo mismo irradia materia
creando azar en medio del azar

Sepan que hay múltiples imponderables
cuando se tuerce el curso de una batalla
perdida de antemano.
Yo me aferro al sólido pasado de las letras amarillentas
que por timidez nunca se publicaron.
Prefiero el pescado que boquea envuelto
en diarios rancios.
Añoro el tintineo de una moneda de cobre
tirada con desprecio
encima de un rígido mostrador de zinc.

Es probable que entienda menos
o ésta no es ésta la época adecuada,
para conseguir descifrar lo inexplicable

31 de agosto de 2009

el encargo

El encargo



La puerta enmarcaba a un hombre huesudo de gorra y traje color arena. Un bolso de cartero le colgaba del hombro. Su mirar como desenfocado parecía observar por encima de mí, hasta donde se hallaba algo que uno no alcanza a percibir. Me preguntó si conocía a González, le contesté que sí, aun-que no era su amigo y no lo trataba demasiado. El visitante sacó con parsimonia un sobre y me pidió por favor que se lo entregara en cuando lo viera. Luego se despidió
A pesar de mis afanes por ubicarlo en el café y otros sitios que solía frecuentar, no encontré a González. Nadie lo había visto por esos días; así que después de llevar conmigo en el bolsillo del saco el encargo durante varias semanas, lo puse en un cajón del escritorio hasta conseguir noticias del ausente. Y lo olvidé, como un tren acostumbra olvidar las es-taciones que se traga la distancia.
Varios años después, una opaca tarde de invierno sonó el timbre de la puerta, cuando abrí, me encontré frente al enig-mático rostro del mensajero. Sentí cierta culpa absurda y le expliqué tartamudeando que resultó imposible hallar a Gonzá-lez y cumplir con su pedido. Fui hasta el interior para traer la carta. Cuando estaba por entregársela, el interlocutor me con-tuvo con un imperioso gesto de la mano extendida y expresó: « No es necesario Rocamora, el contenido del mensaje ahora es para usted».La solemnidad de su voz activó en mi interior el mecanismo de defensa, pero antes de que pudiera pedirle mayores explicaciones había girado y su espalda esmirriada desaparecía doblando la esquina.
El sobre blanco y alargado que carece de dirección o remi-tente ahora reposa amenazante sobre el escritorio. Nunca intenté abrirlo, no puedo, aunque adivino que en su interior crece y crece una pústula inmanejable. Aquella horrible certi-dumbre me paraliza y cada vez más, ahuyenta cualquier espe-ranza proveniente del futuro.

17 de agosto de 2009

las letras entre las especies en extinción

Las letras en la lista de especies en extinción: Es natural o parece natural, el aceptar como verdadera la afirmación de que una imagen dice mas que mil palabras, desgraciado refrán que ha pasado al acerbo popular en calidad de clásico e irrefutable. ¡Y fíjense que es falso! El hundimiento de la casa de Usher de Poe tiene un poco más de mil palabras que no pueden reducirse a una imagen y ni siquiera a mil imágenes. La atmósfera que rezuman esos párrafos traspasa con mucho la posibilidad de imaginarlos como figuras concretas, lo mismo podríamos afirmar sobre La metamorfosis de Kafka; La gallina degollada de Horacio Quiroga o el Eróstrato de Sartre.
Desde el origen de la civilización es la palabra escrita la que condiciona y acompaña inextricable al pensamiento en su desarrollo. La inteligencia emerge cuando las letras consiguen estar organizadas en la forma más perfecta posible dentro de una oración. En ese proceso complejo se codifica la realidad para poder manejarla. Luego se elabora el juicio que pueda después ser aplicable de vuelta sobre lo concreto. La imagen en cambio a pesar de existir desde siempre, no produce resultados per se, sólo viene a adquirir su plenitud al encontrar un mínimo campo conceptual donde pueda arraigarse. De no cumplir esta premisa su significado se difuminaría en el sincretismo indiferenciado.
Pero lo preocupante y lo que nos debe llamar la atención sobre la cita del inicio, radica en su rápida aceptación por la mayoría, eso revela implícitamente la existencia de un sujeto diferente al de épocas anteriores. Tiempo atrás hubiera sido impensable emitir un postulado como aquel sin provocar una sonrisa de conmiseración hacia el que lo dijo, porque era indudable entonces la supremacía de la palabra escrita. Por lo tanto podemos deducir que en nuestro tiempo aparece una criatura distinta, producto del mercado. Ser empobrecido, con un vocabulario de pocas palabras y que carece de la capacidad para comprender el sentido de textos demasiado elaborados. Y es a él a quien se está adaptando la literatura en boga. La sumisión al engendro ya se nota desde hace medio siglo en la novela, el cuento y la poesía. Allí hay un predominio de la fragmentación, la incoherencia y la subjetividad: justo el tipo de recursos que pueden receptar con facilidad los individuos recién creados. Ellos se asemejan mucho a un humano en los albores de la adolescencia. Por este tobogán peligroso la tarea del escritor se dirige directamente hacia la prehistoria o la autodestrucción. Nuestro destino lógico será extinguirse como otras tantas especies que desaparecen a diario. Pero hay una alternativa, en la cual nos enrolamos con fervor. Creemos que la labor de los escritores obliga a la resistencia y a postular un renacimiento intelectual, intentando modificar lo que parece inevitable al usar nuestra herramienta específica; el lenguaje. Si no se consigue éxito en tal tarea, mala suerte para nosotros y el género humano. El reto esta planteado y que no se diga después que los autores actuales no tuvimos la visión y la capacidad para descubrir el empobrecimiento y saqueo neuronal que se lleva a cabo a ojos vistas en nuestro planeta.
Nos desagrada ser apocalípticos pero, de no cambiar las actuales circunstancias, la mejor metáfora acerca de nuestro futuro podría ser la de un chimpancé manejando los comandos de una sofisticada nave espacial Aldo Rocamora
***
BALANCE
En el extraño porcentaje
que divide mi sistema,
entre el cálculo frío
y el dolor de no lograr
al menos un cuarto
de lo que deseo
duerme este incierto paso
de transcurrir sin huellas
de sobrevivir sin vida
de reír sin alegría,
con tendones tensos
en una espera infinita.
Recurro al abrazo en alquiler
que me acercan tus largas piernas
en constante despedida.
Parece amor
el fervor de la pasión.
Pero no.
Silencio. Soledad. Hastío.
Vuelvo al cálculo.
a la espera.
Al abismo de modular la boca
para sonreír
aunque el exilio continúe.
Marcela Toré

9 de julio de 2009

La letra con hambre entra

Esa noche a mediados de Junio el céntrico recinto se encontraba abarrotado de público, se conmemoraba “el día del escritor”. Por los diarios, durante las semanas previas, habían promocionado la presentación del libro de un renombrado filósofo local, tal vez el último espécimen que nos quedaba. También la sede vernácula de la Sociedad de escritores aprovechaba para inaugurar una plaqueta de bronce homenajeando a los más esclarecidos autores provinciales. Por supuesto que la inmensa mayoría de ellos, ya hace tiempo que se hallaban bajo tierra.
Al primer golpe de vista llamó mi atención la avanzada edad de los concurrentes, sólo de tanto en tanto se veía el rostro de algún joven que como extraña pincelada en color rompía la monotonía del conjunto. La sala rebosaba abrigos de pieles, collares, colgantes, prolijos peinados y dentaduras sospechosas. El escenario resultaba adecuado. Estábamos cobijados en un gran salón estilo andaluz que tenía un techo artesonado con hermosas vigas de encina y ventanas con vitrales y molduras morisco-granadinas que embellecían las paredes. Un amable compañero de asiento me comentó entusiasta que nos encontrábamos ante el más representativo y perfecto diseño de edificaciones españolas del siglo pasado en nuestra capital.
La locutora oficial tomó el micrófono y saludó a los asistentes dando por supuesto que se encontraba frente a un selecto grupo de literarios regionales, después concedió la palabra al principal funcionario del área. Éste se refirió a los valiosos logros de su gestión y al papel fundamental que él asignaba a la literatura entre sus preocupaciones diarias. Las palabras se perdieron en medio de efusivos aplausos. A su costado en la mesa que presidía el evento, una licenciada universitaria con abultado curruculum, enarboló el micrófono y se encargó de bosquejar una reseña enjundiosa del libro del intelectual que nos convocaba. Era éste un hombre alto, delgado, adusto y de edad avanzada que estaba sentado en el lugar de honor. La exposición bien documentada se fue recargando con el correr de las palabras en elogios calurosos y referencias a la extensa y prolífica trayectoria del autor. Al terminar su alocución le tocó el turno al homenajeado, quién aferró el grueso volumen que tenía ante si y lo describió como el segundo tomo entre una serie que trataba acerca de Historia de las Ideas del siglo XX. Se refirió a las fuentes consultadas y a su meticulosa elaboración, de pronto lo abrió y se puso a leer algunos fragmentos. La sala de improviso pareció invadida por luciérnagas los flash de las cámaras de fotos y de los celulares se peleaban para inmortalizar aquel instante.
El erudito dejó el libro a un lado y jovial, comenzó a extractar de su memoria una sucesión de anécdotas personales sobre amistades y recuerdos atesorados durante la juventud. De repente un fuerte aplauso que venía de la parte posterior le impidió seguir su disertación, como el aplauso continuara y continuara mas allá de lo normal, el pensador se puso de pie algo confundido y entre venias agradeció la cortesía, viéndose en la obligación de dar por terminada su participación.
Yo que estaba en una de las filas del medio vi con el rabillo del ojo que una horda se desplazaba presurosa hacia las mesas colocadas a los costados; en donde acababan de aparecer un alto de cajas con empanadas humeantes y se divisaban una hilera de vasos descartables, colmados de vino tinto. La marea atropelló motorizada por una agilidad impensable para tantos años y achaques. Noté que en varias carteras abiertas desaparecía la comida y en pocos minutos no quedó nada, o quedaron sí, algunos restos despanzurrados de picadillo y masas rotas sobre las bandejas de cartón. En el escenario un cantante folklórico, imperturbable, continuaba con el programa y ejecutaba acompañado por su charango una zamba con la letra indescifrable debido al batifondo. Luego de la espasmódica avalancha, los contertulios de pie intercambiaron impresiones y charlaron un rato más, eso duró hasta que el vino se acabó. Después se retiraron bajando la ancha escalinata de mármol con pasos tambaleantes pero decididos. Iban rumbo al Oeste, parece que cerca, se realizaba una muestra de pintura abstracta en el museo de la plaza Independencia donde servirían canapés y vino blanco.
Ante mi gesto de pasmo por el explosivo episodio que acababa de presenciar. El solícito vecino que me había hablado antes, me explicó que desde la crisis de los noventa en la ciudad existía una brigada especializada de jubilados que completaban su dieta de esta manera y de paso acrecentaban su acervo cultural. Y agregó indulgente, “Quizás así, ellos logren obtener la sabiduría suprema que de otro modo cuesta tanto esfuerzo alcanzar”.

14 de mayo de 2009

La fisura

Introducción:
A primera vista, la literatura mendocina no existe. Si usted se toma el trabajo de mirar en las librerías de nuestra ciudad, encontrará poco o casi nada; quizás algún texto de Abelardo Arias, Di Benedetto, Tejada Gómez, los dibujos de Quino y eso en las librerías de libros usados porque desde hace mucho tiempo no los reeditan. En esa generación parece que se hubieran acabado los arrestos para formar un pujante panorama literario local. Aunque es falso, acá en el poto del mundo una camada de escritores y poetas jóvenes, semijovenes y veteranos, cinchan por nacer y salir a la luz. Está bien, hubo un corte del período siniestro en nuestra historia — se cayó el sistema, dicen ahora—, que abortó la posibilidad de la continuar, esa etapa imprescindible donde el maestro vigila con celo por sobre el hombro, lo que está haciendo su alumno. Tuvimos que empezar práctica-mente de cero. Pero partimos de la hipótesis que eso fue en el pasado o de-bería haber pasado. Ha existido y existen otros intentos en el sentido en el que nos embarcamos; valga el caso de varios como la extinta Diógenes, la revista Serendipia con A. Frías a la cabeza, y otras. La idea es fortalecer esas corrientes y formar una masa crítica que permita conseguir una reso-nancia nacional; demostrando que en Mendoza las letras, aunque haciéndo-le respiración artificial, todavía viven. Eso es lo básico pero también de-seamos dar un ámbito para la confrontación de ideas, de ensayos, de atrevimiento. La cultura sin esa sal carece de sabor y se convierte en algo parecido a la sosa lectura de la Guía telefónica.
Atravesamos por tiempos de terremotos, todo se va a cuestionar durante esta crisis económica y su variante mas ponzoñosa; la social. El pensamiento, herramienta bastante oxidada por su inactividad, vuelve a ser necesario, diríamos que imprescindible. Por último llamamos en nuestra ayuda al humor, palabra que proviene de humedad aquel sitio donde pulula la vida, sin él estamos perdidos y deberíamos resignarnos a vivir en un erial, seco y permanente.
Condensadas en estas pocas palabras se encuentra nuestra lista de obje-tivos, no son pretenciosos a primera vista pero a no engañarse, debajo…, hay que construir la materia nutricia de sustentación, es una tarea de varias generaciones.
Il cappo maffia