Nota en la heladera
“Cuando vuelvas a casa, sólo encontrarás para comer el pedazo de carne chamuscado que está en el horno.
La camisa de seda que te regaló tu madre después de su viaje a Italia, puedes hallarla dentro de la bolsa de residuos, cortada minuciosamente en pedacitos.
Tu perfume Ive Saint Laurent que te costó doscientos pesos, lo mezclé con lavandina y se encuentra en la botella dada vuelta encima de la computadora.
Si te fijás, en la mesita de la sala hay una citación de mi abogado, para un juicio de divorcio, pienso pedirte mitad de tus bienes y alimentos de por vida, para mí y para los chicos.
No tirés el otro papel que está al lado, es una orden de la policía que te prohíbe desde el lunes acercarte a menos de trescientos metros de la casa.
La moto de colección, ésa con la que te cansaste de hacer facha por el centro, ni te molestés en moverla, la hice funcionar poniéndole azúcar en el tanque de nafta, hasta que se trabó el motor por completo.
Como verás, ya me cansé de ser la pavota y vas a tener que buscar a otra infeliz que soporte tus infidelidades, que te lave los calzoncillos, que se ría con ese humor retorcido y falso que tenés, y que espere noches completas jugando con el control remoto y la rabia, hasta el amanecer.
Me fui donde mi mama, allá me quedaré hasta el domingo, así que aprovecha para sacar la ropa con la que te irás. Aunque supongo que, como en otras oportunidades, apenas leas esta nota vas a venir para acá a molestarme con flores y a decirme lo equivocada que estoy. Luego jurarás que nunca te fijaste en otra y que siempre me has querido sólo a mí.
Vas a insistir tanto, tanto, hasta tal extremo, que seguro vamos a volver a juntarnos como pasó la vez pasada, que peleamos y te quemé el auto en el Challao. Acuérdate que entonces aunque llegaste a tiempo y trataste de apagarlo no lo conseguiste, porque yo precavida, había vaciado el contenido del matafuegos en la cloaca.
8 de enero de 2009
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